Terry Patten

Vivir y morir de la mano del asombro

Terry Patten, octubre 2020

Conocía a Terry Patten, amado autor, mentor y maestro para tantos, y no lo conocía.

Inspirada por la claridad de sus enseñanzas, su honestidad y su corazón casi translúcido, me acerqué a él varias veces a lo largo de los años. Primero una entrevista, luego una consulta sobre esto o aquello, propuestas de iniciativas espirituales de uno u otro tipo. Por último, la calidez del diálogo me envalentonó a pedirle el regalo de sus palabras en mi libro, y esto, también, accedió con la gracia de siempre. 

Disfruté de sus charlas; amé su último libro (“A New Republic of the Heart. An ethos for revolutionaries”); le propuse traducirlo al español, aceptó encantado; seguí con interés el experimento de cambio social que emprendió en el 2019, mientras yo intentaba el propio, a un continente de distancia. 

¿Por qué digo, entonces, que no lo conocía?

Porque a veces, el carácter más profundo de una persona emerge cuando la vida nos pone contra la pared, en una situación de todo o nada, como el diagnóstico de cáncer terminal al que se enfrentó en el día en que cumplió 70 años, el 1ro de abril de este año. 

No me sorprendió que compartiera la noticia sin medias tintas. Tranquilizó a su comunidad, asegurando que haría todo lo posible por sanarse, y seguir disfrutando del mundo y las personas que tanto amaba; compartió una sorpresa: el cese inmediato de su sensación  histórica de “no estar haciendo suficiente” (se escuchó pensar: “Si es así, si te queda poco tiempo, está bien, podés irte, hiciste un buen trabajo”). Con la misma frescura declaró que no pensaba pasarse el tiempo que le restara peleándose con su sino, y perdiéndose de vivir con asombro y gratitud cada momento.

Pasaron las semanas y los meses, y todo intento de la medicina convencional (que, de entrada, le había prometido poco) resultó infructuoso. Cuando decidió detener esos tratamientos, se sintió liberado para abrazar su vida tal y como era. Al principio, los informes llegaban en primera persona; con el agravamiento, quedaron a cargo de Deborah, su ex esposa y gran amiga. 

En las últimas semanas, junto a algunos amigos (también maestros espirituales), Terry ofreció una serie de cuatro encuentros, apropiadamente titulados “Iluminando cada oscuridad”, centrada en una mirada espiritual del vínculo con la mortalidad personal y colectiva. Como tantos, Terry proclamaba la necesidad de dar un giro radical en nuestra forma de vivir en el planeta, antes de que fuera demasiado. Su diagnóstico le dio la oportunidad de abocarse a este dilema con una comprensión nueva. 

Uno de los últimos encuentros, en el que dialogó con su amigo Craig Hamilton, lo mostró lúcido, todavía enérgico, y con una habilidad conmovedora de describir y compartir los muchos aprendizajes que trajo su incursión repentina en la impermanencia.

Comparto algunos fragmentos:  

“Al principio, leyendo sobre los viajes de otras personas con cáncer, me encontré con muchas referencias a  “a dar batalla contra el cáncer”. Enseguida supe que esa no sería mi verdad, ese ‘ego de Terry’ luchando a brazo partido contra la realidad. Convertirlo en un esfuerzo lo vuelve algo en lo que puedo tener éxito o fracasar, alista las motivaciones y los miedos más egoicos, y crea una relación equivocada con la maravilla de todo el proceso.”

“He descubierto que cada momento presenta un reto diferente. En algunos momentos se trata de hacer espacio para la incomodidad de los tratamientos y tratar de sostener la conexión con ese contexto más grande, más amplio. Y en otros momentos me siento tan vivo, tan despierto, que casi diría que es el momento más feliz de mi vida.”

“Estar más cerca de las lágrimas ha sido la medida de mi arraigo. Son lágrimas de dolor y de gratitud, y casi no se distinguen. Es un corazón roto, sí, pero también (haciendo un juego de palabras)… ¡alegre! Hay un poder ahí, curiosamente. No me siento derrumbado en esas lágrimas, me siento más disponible.”

“He estado descubriendo que en muchos momentos invoco, y no sólo casualmente, la sensación de coincidir completamente con la totalidad de la realidad, lo que David Bohm llamó “el movimiento completo”. Todo lo que cualquiera parece hacer, no es realmente separable del proceso total del mundo, y de la afirmación de la vida.”

“Siento que si puedo “morir bien”, abro esa posibilidad a los que siguen, como un color que se suma a la paleta. (…) Quiero ser una fuente de cordura y amor para otras personas, para que ellas también lo sean; que este pulso de bendición pueda reproducirse. Lo sentía así antes de mi diagnóstico de cáncer, pero ahora es como una experiencia sensorial.” 

“Ha sido también un viaje en mi relación conmigo mismo. He logrado conocerme y amarme de nuevas maneras. Atesoro mi contacto con otras personas, por supuesto, pero también me atesoro a mí mismo. Y siento una capacidad creciente de estar presente en las pequeñas cosas. Subo una colina al lado de mi casa como parte de mi rutina matutina, pero en este tiempo no he tenido fuerzas para subirla como antes, he tenido que caminar muy despacio y detenerme a descansar y recuperar el aliento. ¡El aliento! La respiración, que es tan central a mi práctica, tan cercana a mi espíritu.. Y, sin embargo, la práctica consiste en estar realmente en ese pie que está dando ese pequeño paso lentamente, y ese siguiente pie, y esa capacidad de llegar a apreciar realmente las cosas más pequeñas, y no anhelar “esto” o “aquello” extraordinario. Y ni siquiera tengo que pensarlo. Hay una manera de estar con estas lecciones sin palabras. Puedo notar las oportunidades, y participar de una manera más creativa.”

“Hay momentos -minutos- en los que la pesadez de mis síntomas o las cosas que son duras se vuelven más prominentes, y entonces el desafío es cómo volver a la intuición robusta, y bastante estable, de mi identidad real, no separada, llena de amor y felicidad, y esencialmente libre.”

Hace dos días, Terry pidió que lo llevaran al living a bailar (durante la pandemia había invitado a sus vecinos a bailar juntos, a distancia, en la vereda; costumbre que continúa hasta la fecha).

El baile duró instantes, pero dicen que la energía que suscitó fue palpable. Cuenta Deborah: “Por primera vez, desde el diagnóstico, me sentí en profunda paz.” Volvieron al cuarto haciendo un trencito.

Terry murió en su cama a las 5.30 am del sábado 30 de octubre, rodeado por sus amores.

Siguiendo los preceptos de su comunidad espiritual de origen, invitaron a acompañarlo en una vigilia de tres días, destinada a ayudar al alma a soltar el cuerpo, y a emprender su viaje. 

Comparto algunas de las sugerencias, que por cierto parecen provenir de una buena hoja de ruta para cualquier travesía:

Entrar en estado contemplativo / Albergar y expresar bondad, compasión, perdón, conciencia amorosa, buen humor / Conectarse con el vínculo presente, no con el cuerpo que se despide / Soltar cualquier idea de atadura / Confiar en una realidad más grande, ilimitada, que está ahora a cargo / Honrar el proceso, aprender de él, permitir que nos conmueva.

Seré fiel al pedido y no hablaré del espacio que deja vacío, sino de la presencia que perdura.

Así la veo: vital, luminosa, humilde, valiente. Capaz de inspirar revoluciones del corazón. 

F.F.

Acerca de la esperanza

Miriam Pösz

El tipo de esperanza en el que pienso a menudo (especialmente en situaciones especialmente desesperadas, como la cárcel) la entiendo sobre todo como un estado de ánimo, no como un estado del mundo. O tenemos esperanza dentro de nosotros, o no la tenemos. . . La esperanza no es un pronóstico. Es una orientación del espíritu, una orientación del corazón. Trasciende el mundo que se experimenta inmediatamente, y está anclada en algún lugar más allá de sus horizontes. . . . Siento que sus raíces más profundas están en lo trascendental, al igual que las raíces de la responsabilidad humana, aunque por supuesto no puedo -a diferencia de los cristianos, por ejemplo- decir nada sobre lo trascendental. . . .

“La esperanza, en este sentido profundo y poderoso, no es lo mismo que la alegría de que las cosas vayan bien, o la voluntad de invertir en empresas que evidentemente van a tener un éxito temprano, sino más bien la capacidad de trabajar por algo porque es bueno, no sólo porque tiene posibilidades de éxito. Cuanto más poco prometedora es la situación en la que demostramos esperanza, más profunda es esa esperanza. La esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte. En resumen, creo que la forma más profunda e importante de esperanza, la única que puede mantenernos a flote e impulsarnos a las buenas obras, y la única fuente verdadera de la dimensión impresionante del espíritu humano y de sus esfuerzos, es algo que obtenemos, por así decirlo, “de otra parte”. Es también esta esperanza, sobre todo, la que nos da la fuerza para vivir y para intentar continuamente cosas nuevas, incluso en condiciones que parecen tan desesperadas como las nuestras, aquí y ahora.”

Vaclav Havel
(1936-2011)
Fragmento de “Disturbing the Peace”

El dulce pasto, para comenzar

1.

¿Será que el buey hambriento se quedará parado
en el campo, sin comer el dulce pasto?
¿Que la lechuza se arrancará sus propias alas?
¿Que la alondra se olvidará de levantar su cuerpo
en el aire, se olvidará de cantar?
¿Que los ríos dejarán de fluir corriente arriba?

Vean, digo —vean
la confiabilidad y la elegancia y las enseñanzas
de esta regalo arenoso que es la tierra.

2.

Come pan y comprende el consuelo.
Toma agua, y comprende el deleite.
Visita el jardín en el que las campánulas moradas
abren sus cuerpos a los colibríes
que toman su dulzura,
deliciosamente glotones.

Ya que una cosa lleva a la otra.
Pronto notarás cómo las piedras brillan bajo tu suela.
Un día las mareas serán el único calendario en el que creas.

Y la cara de alguien, a quien quieres, será una estrella
tan íntima como última,
Y tú sentirás la conmoción de corazón, y el respeto.

Y escucharás al aire mismo, como un amado, suspirar:
Oh, déjame entrar, un rato más, en los
cuerpos hermosos de tus pulmones.

3.

La brujería de vivir
es toda mi conversación
con ustedes, mis queridos.
Todo lo que puedo decirles es lo que sé.

Mira, y mirá otra vez.
Este mundo no es solo una alegría para los ojos.

Es más que huesos.
Es más que la muñeca delicada con su pulso personal.
Es más que el latir de un único corazón.
Es alabanza.
Es dar hasta que el dar se siente como recibir.
Tienes una vida – ¡imagínate!
Tienes este día, y quizás otro, y quizás
otro aún.

4.

Un día le pediré a mi amigo Paulus,
el bailarín, el alfarero,
que me haga un tazón de mendicidad
que creo que mi alma
necesita.

Y si vengo a ti,
a la puerta de tu casa confortable
con ropas sin lavar y uñas sucias,
¿pondrás algo allí?

Me gustaría tomar esa oportunidad.
Me gustaría darte esa oportunidad.

5.

Hacemos una cosa u otra; permanecemos iguales,
o cambiamos.
Felicitaciones,
si has cambiado.

6.

Déjame preguntarte eso.
¿Tú también crees que la belleza existe por
alguna fabulosa razón?

Y, si no te has sentido encantado por esta aventura
— tu vida—
¿qué lo lograría?

7.

Lo que yo amaba en el comienzo, creo, era
más que nada, a mí misma.
Claro que no tenía opción, alguien tenía que hacerlo.
Eso fue hace muchos años.
Desde entonces he superado mi confinamiento,
aunque con dificultad.
Digo: que a ellos que pensaban que gobernaban mi corazón
los eché, los arrojé al compost.
Serán alimento de algún modo (todo es alimento
de una forma u otra).

Y me he convertido en hija de las nubes,
y de la esperanza.
Me he convertido en la amiga del enemigo, quien sea que sea
esa persona.
He crecido y, atesorando lo que aprendí,
me he vuelto más joven.

¿Me arriesgo a decirte esto, que es todo lo que sé?
Ámate a ti mismo. Luego olvídalo. Luego, ama al mundo.

Mary Oliver

Traducción: Fabiana Fondevila

El extraño regalo de mi abuelo

Noah Buscher

Muchas veces, cuando venía a visitarme, mi abuelo me traía un regalo. Nunca eran el tipo de regalos que traían otros, muñecas o libros o peluches. Mis muñecas y peluches hace rato que desaparecieron, pero muchos de los regalos de mi abuelo aún están conmigo.

Una vez me trajo una tacita de papel. Estaba llena de tierra. No me dejaban jugar con tierra. Desilusionada, se lo dije. Sonrió amorosamente. Se dio vuelta, tomó la tetera de mi juego de té y me llevó a la cocina, donde la llenó con agua. Nuevamente en mi cuarto, puso la tacita en la ventana y me dio la tetera. “Si prometes echar un poco de agua en la tacita todos los días, algo puede ocurrir,” me dijo.  

Tenía cuatro años, y mi cuarto estaba en el sexto piso de un edificio de Manhattan. Nada de esto tenía sentido para mí. Lo miré, dudosa. Afirmó con la cabeza, a modo de aliento. “Todos los días, Neshumele.” (N. del T.: Neshumele significa “almita” en idish)

Prometí que lo haría. Al principio, curiosa por ver qué pasaría, no me costó nada cumplir. Pero a medida que pasaban los días y nada cambiaba, se volvió más y más difícil acordarme de echar agua en la taza. Después de una semana, le pregunté a mi abuelo si ya era hora de parar. Sacudiendo la cabeza, repitió: “Todos los días, Neshumele”.

La segunda semana fue todavía más difícil, y me enojé por haber prometido echar agua en la taza. Cuando vino mi abuelo otra vez, quise devolvérsela, pero se rehusó a tomarla, diciendo simplemente: “Todos los días, Neshumele.”

Para la tercera semana, empecé a olvidarme de echar agua a la taza. Muchas veces me acordaba cuando ya estaba en la cama y tenía que levantarme y hacerlo en la oscuridad. Pero no me saltee un solo día. Y una mañana, aparecieron dos hojitas verdes que no habían estado ahí la noche anterior.

Estaba completamente asombrada. Día tras día se fueron volvieron más grandes. No veía el momento de contarle a mi abuelo, segura de que él se asombraría tanto como yo. Pero, por supuesto, no fue así. Con cuidado me explicó que la vida está en todas partes, escondida en los lugares más comunes e insospechados. Yo estaba feliz. “¿Y todo lo que necesita es agua, abuelo?” Acarició dulcemente mi cabeza y dijo: “No, Neshumele. Todo lo que necesita es tu fidelidad”

Esta fue, quizás, mi primera lección sobre el poder del servicio, pero no la comprendí de ese modo en ese momento. Mi abuelo no hubiese usado estas palabras. Hubiese dicho que todos debemos acordarnos de bendecir la vida que nos rodea, y la vida que nos habita. Hubiese dicho que, cuando nos acordamos, podemos bendecir la vida, y podemos reparar el mundo.

Rachel Naomi Remen

De “My grandfather’s blessings. Stories of Strength, Refuge and Belonging” (Riverhead Books)

Traducción: Fabiana Fondevila

La invitación

No me interesa lo que haces para ganarte la vida.
Quiero saber lo que ansías, y si te atreves a soñar con satisfacer el deseo de tu corazón.
No me interesa tu edad.
Quiero saber si te arriesgarías a parecer un tonto por amor, por tus sueños, por la aventura de estar vivo.

No me interesa cuáles planetas están en armonía con tu luna.

Quiero saber si has tocado el centro de tu pesar, si las traiciones de la vida te han abierto o si te has marchitado y cerrado por miedo al dolor futuro.
Quiero saber si puedes sentarte con el dolor, el mío o el tuyo, sin intentar esconderlo, desvanecerlo o arreglarlo.
Quiero saber si puedes estar con la alegría, la mía o la tuya,
si puedes bailar con locura y permitir que el éxtasis te llene hasta la punta de los dedos, sin advertirnos que seamos cuidadosos, que seamos realistas, o que recordemos las limitaciones de ser humano.

No me interesa si la historia que me cuentas es verdadera. Quiero saber si decepcionas a otros para serte fiel a ti mismo, si puedes soportar la acusación sin traicionar a tu propia alma. Quiero saber si puedes ser fiel y por lo tanto ser confiable.
Quiero saber si puedes ver la belleza, aun cuando no sea bella todos los días, y si puedes hacer que tu propia vida surja desde su presencia.
Quiero saber si puedes vivir con el fracaso, el tuyo o el mío, y de pie en la orilla del lago gritarle al plateado arco de la luna llena: “¡Sí!”

No me interesa saber dónde vives ni cuánto dinero tienes. Quiero saber si puedes levantarte después de una noche de dolor y desesperación, cansado y golpeado hasta los huesos y hacer lo que sea necesario para alimentar a tus hijos.
No me interesa quién eres o cómo llegaste a estar aquí.
Quiero saber si te pararás en el centro del fuego conmigo, sin huir.

No me interesa en dónde o qué o con quién has estudiado.
Quiero saber lo que te sostiene, desde tu interior, cuando todo lo demás se derrumba.
Quiero saber si puedes estar solo contigo mismo y si disfrutas de tu propia compañía en los momentos vacíos.

Oriah Mountain Dreamer
Traducción: Fabiana Fondevila

Hay una gracia que llega

Veeterzy

Hay una gracia que llega,
que negamos tanto como la muerte.
Es la conclusión de nuestro nacimiento.

No llega en el tiempo
sino fuera del tiempo,
cuando la mente se agita en el corazón
y recordamos quiénes somos.

Es una gracia insistente que nos lleva
al borde y nos invita
a entregar el terreno seguro
y entrar en nuestra enormidad.

Sabemos que debemos ir más allá
del conocimiento
y tememos la desnudez.

Pero nos llamamos a elevarnos,
de todos modos,
a través de fantasmas olvidados
y ángeles inesperados,
Dándonos cuenta de que ya no tiene sentido
intentar hacer sentido.

Esta mañana el universo bailó delante de ti
mientras cantabas.
¡Cómo ama esa canción!

Stephen y Ondrea Levine
Traducción: Fabiana Fondevila

Gratitud

Gracias aroma
azul,
fogata
encelo.
Gracias pelo
caballo
mandarino.
Gracias pudor
turquesa
embrujo
vela,
llamarada
quietud
azar
delirio.
Gracias a los racimos
a la tarde,
a la sed
al fervor
a las arrugas,
al silencio
a los senos
a la noche,
a la danza
a la lumbre
a la espesura.
Muchas gracias al humo
a los microbios,
al despertar
al cuerno
a la belleza,
a la esponja
a la duda
a la semilla
a la sangre
a los toros
a la siesta.
Gracias por la ebriedad,
por la vagancia,
por el aire
la piel
las alamedas,
por el absurdo de hoy
y de mañana,
desazón
avidez
calma
alegría,
nostalgia
desamor
ceniza
llanto.
Gracias a lo que nace,
a lo que muere,
a las uñas
las alas
las hormigas,
los reflejos
el viento
la rompiente,
el olvido
los granos
la locura.
Muchas gracias gusano.
Gracias huevo.
Gracias fango,
sonido.
Gracias piedra.
Muchas gracias por todo.
Muchas gracias.
Oliverio Girondo,
agradecido.

Oliverio Girondo

Miramos con incertidumbre

Miriam Pösz

Miramos con incertidumbre
más allá de las viejas elecciones
y respuestas claras,
hacia un estado vital más suave,
más permeable, que está, a cada momento,
al borde de la muerte.
Porque algo nuevo está naciendo
en nosotros, si lo permitimos.
Estamos parados frente
a un nuevo umbral,
esperando lo que viene…
animándonos a ser criaturas humanas,
vulnerables a la belleza
de la existencia,
Aprendiendo a amar.

Anne Hillman

Traducción: Fabiana Fondevila