Adiós, verano, adiós

Equinoccio de otoño 2022

“Los grillos sintieron que era su deber advertir a todo el mundo que el verano no puede durar para siempre. Incluso en los días más lindos del año -los días en que el verano se transforma en otoño- los grillos difunden el rumor de la tristeza y el cambio.”

(…) “El verano terminó”, repetían los grillos. “¿Cuántas noches hasta la primera helada?” cantaban. “¡Adiós, verano, adiós, adiós!”
La telaraña de Carlota, E.B. White,

Quizás percibiste también el fervor con el que “cantan” los grillos por estos días, y no necesitaste el calendario, o el cambio de temperatura, para enterarte de que se aproximaba el otoño. 

¿Por qué acrecientan los grillos su famoso cri cri en esta época del año? Por estos días, los grillos se esmeran en “estridular” (éste el término técnico), frotando sus alas entre sí, como un violinista desliza las crines del arco sobre las cuerdas, por un buen propósito. Es su última chance de aparearse antes de que llegue el invierno, y aquel que produce el “canto” más resonante gana a la hembra. 

Aun sin saber acerca de estos últimos cartuchos reproductivos, muchos sentimos un dejo de nostalgia al escucharlos, puntuando la tarde o el anochecer. Todas las estaciones nos hablan del cambio y la transición, pero el otoño probablemente sea el vocero más agudo.

Si el invierno invita a la introspección, la primavera al renacimiento, el verano a la celebración, el otoño es una clase maestra en el arte  -y la necesidad vital- de soltar. Lo ilustran los árboles con cada hoja que entregan; los animales, con sus aprestos para tiempos de escasez. Lo recuerdan los días más cortos, las noches más largas; la lenta retirada de la luz. 

Todo cambio nos conecta con la pérdida, a la vez que con la oportunidad del renacer. En estos tiempos difíciles, en los que el mundo se estremece nuevamente por una avanzada de humanos contra humanos, podemos mirar a la naturaleza, y recordar que la oscuridad es solo una parte del cuento, que nada -ni siquiera eso- está hecho para durar. Que las fuerzas que alimentan la vida son infinitamente más fuertes que las que la socavan.

Para quienes vivimos en el hemisferio sur, es hora de poner a hervir agua, hora de cosechar menta y romero para el té, de desempolvar los abrigos y sacar las agujas del placard (pronto se necesitarán mantas en muchos rincones).

Y, también, de preguntarnos qué necesitamos soltar, cada uno, para hacer lugar a lo nuevo. Quizás sea la queja, la pasividad, el desánimo, la autocrítica, la intolerancia. Podemos recurrir al antiguo poder del ritual, y entregar la intención, cifrada en algún símbolo al agua, al aire, a la tierra, al fuego.

O, mejor aún, abonar con un gesto concreto el camino de lo nuevo.

Que podamos soltar con entrega, sin guardarnos nada.

Que los herman@s del norte puedan recibir de brazos abiertos la eclosión que viene. 

Que, como los grillos y los pájaros, entremos en la noche cantando. 

F.F.

feliz navidad

Preguntas para la Nochebuena

Una vez más, llega la hora del brindis y el festejo, y nos encuentra a cada uno adonde está. Para algunos, será la ocasión de un feliz reencuentro (algo que hoy valoramos como nunca).

Para otros, habrá ausencias que duelan, soledades que se enfaticen, algún vínculo ríspido con el que lidiar. Las Fiestas son un gran compilado de emociones, a veces contrastantes, y es fácil pasarlas por alto en medio del frenesí. ¿Podemos hacer lugar para nuestra humanidad plena, alrededor de la mesa festiva? 

Yo creo que sí. Creo que la bella historia del niño nacido en un pesebre, sobre un lecho de paja, nos habla a todos, seamos cristianos o no. Nos invita a que abracemos lo más vulnerable en cada uno, a que tendamos un lecho mullido a nuestras emociones, aun las desafiantes (especialmente las más desafiantes), y que las invitemos a la fiesta. 

Para acompañarte en esta intención preparé estas preguntas. Están pensadas para ayudarnos a conectar con nuestras propias verdades, y así, entonces, con las de quienes nos rodean. Podés responderlas en privado, por escrito, o elegir alguna para compartir en la mesa, con apertura y curiosidad.


Te deseo auténticos encuentros con otros corazones, y con el tuyo propio.
 Y un bello alumbramiento de tu verdadero ser.

 Feliz Nochebuena!

Mujeres Valientes

Una para todas

Mujeres Valientes

Se llaman Mujeres Valientes, y ayer festejaron su cuarto año de lucha contra la violencia de género, en el Barrio 21-24, de Barracas.

Se reunieron ante el espanto de varios femicidios ocurridos en el barrio, y encontraron en el trabajo codo a codo coraje, recursos, amistad, y una forma palpable de la esperanza.

No conocen de horarios ni tiempo de descanso, porque las necesidades llaman a cualquier hora. Cuando llegaban noticias de una mujer recibiendo golpes y maltratos, y no recibían ayuda de las autoridades, iban ellas mismas, la sacaban, la alojaban en sus propias casas, y la ayudaban a conseguir un subsidio para poder alquilar.

Mujeres Valientes

Así se tejieron lazos entrañables, que hicieron que el jueves, en el festejo, no hubiera un ojo seco en toda la ceremonia.

Claudia Mabel Torales, fundadora de Mujeres, se paró en lo que supo ser el living de su casa (antes de donarlo para la causa), engalanado con globos rosas y violetas, y carteles alusivos (“Si duele, no es amor”) y procedió a entregar ramos de flores a cada una de las organizaciones que les dieron una mano en el año que cierra. Luego Mónica Molinas, recibió su propio galardón, por su esfuerzo sin tregua para conseguir vacunas, recetas y medicamentos para todo quien lo necesitara, aunque cuando ella misma peleaba contra un cáncer.

Mujeres Valientes

Luego fueron pasando, una por una, y cada cual recibió una plantita con maceta artesanal, elaborada por Mónica. Pero además de la plantita, a medida que pasaban las anfitrionas iban nombrando, como en una plegaria, los dones y fortalezas de cada una. “Porque se pasó meses preparando ensalada de frutas, para que otra compañera recupera el carrito que le robaron y pudiera trabajar… Porque perdió a un gran compañero por Covid, pero no se rinde y lucha por sus hijos… Porque se ocupa siempre de llevarle ayuda una compañera que no puede venir… Porque está siempre para ayudar a todas”.

Hubo un video con hitos del año y muchas sonrisas. Hubo juegos. Hubo comida de sobra. Y hubo una emoción que hablaba más que mil palabras. “Todas me dan orgullo y motivación. Y aprendizaje: cada día aprendo muchísimo de ellas”, dice Claudia, mujer valiente, en su casa que ya es de todas.

Para colaborar con esta tarea de coraje y amor, contactar a Claudia a este número: +54 9 11 3086-5022

¡Muchas gracias!

Terry Patten

Vivir y morir de la mano del asombro

Terry Patten, octubre 2020

Conocía a Terry Patten, amado autor, mentor y maestro para tantos, y no lo conocía.

Inspirada por la claridad de sus enseñanzas, su honestidad y su corazón casi translúcido, me acerqué a él varias veces a lo largo de los años. Primero una entrevista, luego una consulta sobre esto o aquello, propuestas de iniciativas espirituales de uno u otro tipo. Por último, la calidez del diálogo me envalentonó a pedirle el regalo de sus palabras en mi libro, y esto, también, accedió con la gracia de siempre. 

Disfruté de sus charlas; amé su último libro (“A New Republic of the Heart. An ethos for revolutionaries”); le propuse traducirlo al español, aceptó encantado; seguí con interés el experimento de cambio social que emprendió en el 2019, mientras yo intentaba el propio, a un continente de distancia. 

¿Por qué digo, entonces, que no lo conocía?

Porque a veces, el carácter más profundo de una persona emerge cuando la vida nos pone contra la pared, en una situación de todo o nada, como el diagnóstico de cáncer terminal al que se enfrentó en el día en que cumplió 70 años, el 1ro de abril de este año. 

No me sorprendió que compartiera la noticia sin medias tintas. Tranquilizó a su comunidad, asegurando que haría todo lo posible por sanarse, y seguir disfrutando del mundo y las personas que tanto amaba; compartió una sorpresa: el cese inmediato de su sensación  histórica de “no estar haciendo suficiente” (se escuchó pensar: “Si es así, si te queda poco tiempo, está bien, podés irte, hiciste un buen trabajo”). Con la misma frescura declaró que no pensaba pasarse el tiempo que le restara peleándose con su sino, y perdiéndose de vivir con asombro y gratitud cada momento.

Pasaron las semanas y los meses, y todo intento de la medicina convencional (que, de entrada, le había prometido poco) resultó infructuoso. Cuando decidió detener esos tratamientos, se sintió liberado para abrazar su vida tal y como era. Al principio, los informes llegaban en primera persona; con el agravamiento, quedaron a cargo de Deborah, su ex esposa y gran amiga. 

En las últimas semanas, junto a algunos amigos (también maestros espirituales), Terry ofreció una serie de cuatro encuentros, apropiadamente titulados “Iluminando cada oscuridad”, centrada en una mirada espiritual del vínculo con la mortalidad personal y colectiva. Como tantos, Terry proclamaba la necesidad de dar un giro radical en nuestra forma de vivir en el planeta, antes de que fuera demasiado. Su diagnóstico le dio la oportunidad de abocarse a este dilema con una comprensión nueva. 

Uno de los últimos encuentros, en el que dialogó con su amigo Craig Hamilton, lo mostró lúcido, todavía enérgico, y con una habilidad conmovedora de describir y compartir los muchos aprendizajes que trajo su incursión repentina en la impermanencia.

Comparto algunos fragmentos:  

“Al principio, leyendo sobre los viajes de otras personas con cáncer, me encontré con muchas referencias a  “a dar batalla contra el cáncer”. Enseguida supe que esa no sería mi verdad, ese ‘ego de Terry’ luchando a brazo partido contra la realidad. Convertirlo en un esfuerzo lo vuelve algo en lo que puedo tener éxito o fracasar, alista las motivaciones y los miedos más egoicos, y crea una relación equivocada con la maravilla de todo el proceso.”

“He descubierto que cada momento presenta un reto diferente. En algunos momentos se trata de hacer espacio para la incomodidad de los tratamientos y tratar de sostener la conexión con ese contexto más grande, más amplio. Y en otros momentos me siento tan vivo, tan despierto, que casi diría que es el momento más feliz de mi vida.”

“Estar más cerca de las lágrimas ha sido la medida de mi arraigo. Son lágrimas de dolor y de gratitud, y casi no se distinguen. Es un corazón roto, sí, pero también (haciendo un juego de palabras)… ¡alegre! Hay un poder ahí, curiosamente. No me siento derrumbado en esas lágrimas, me siento más disponible.”

“He estado descubriendo que en muchos momentos invoco, y no sólo casualmente, la sensación de coincidir completamente con la totalidad de la realidad, lo que David Bohm llamó “el movimiento completo”. Todo lo que cualquiera parece hacer, no es realmente separable del proceso total del mundo, y de la afirmación de la vida.”

“Siento que si puedo “morir bien”, abro esa posibilidad a los que siguen, como un color que se suma a la paleta. (…) Quiero ser una fuente de cordura y amor para otras personas, para que ellas también lo sean; que este pulso de bendición pueda reproducirse. Lo sentía así antes de mi diagnóstico de cáncer, pero ahora es como una experiencia sensorial.” 

“Ha sido también un viaje en mi relación conmigo mismo. He logrado conocerme y amarme de nuevas maneras. Atesoro mi contacto con otras personas, por supuesto, pero también me atesoro a mí mismo. Y siento una capacidad creciente de estar presente en las pequeñas cosas. Subo una colina al lado de mi casa como parte de mi rutina matutina, pero en este tiempo no he tenido fuerzas para subirla como antes, he tenido que caminar muy despacio y detenerme a descansar y recuperar el aliento. ¡El aliento! La respiración, que es tan central a mi práctica, tan cercana a mi espíritu.. Y, sin embargo, la práctica consiste en estar realmente en ese pie que está dando ese pequeño paso lentamente, y ese siguiente pie, y esa capacidad de llegar a apreciar realmente las cosas más pequeñas, y no anhelar “esto” o “aquello” extraordinario. Y ni siquiera tengo que pensarlo. Hay una manera de estar con estas lecciones sin palabras. Puedo notar las oportunidades, y participar de una manera más creativa.”

“Hay momentos -minutos- en los que la pesadez de mis síntomas o las cosas que son duras se vuelven más prominentes, y entonces el desafío es cómo volver a la intuición robusta, y bastante estable, de mi identidad real, no separada, llena de amor y felicidad, y esencialmente libre.”

Hace dos días, Terry pidió que lo llevaran al living a bailar (durante la pandemia había invitado a sus vecinos a bailar juntos, a distancia, en la vereda; costumbre que continúa hasta la fecha).

El baile duró instantes, pero dicen que la energía que suscitó fue palpable. Cuenta Deborah: “Por primera vez, desde el diagnóstico, me sentí en profunda paz.” Volvieron al cuarto haciendo un trencito.

Terry murió en su cama a las 5.30 am del sábado 30 de octubre, rodeado por sus amores.

Siguiendo los preceptos de su comunidad espiritual de origen, invitaron a acompañarlo en una vigilia de tres días, destinada a ayudar al alma a soltar el cuerpo, y a emprender su viaje. 

Comparto algunas de las sugerencias, que por cierto parecen provenir de una buena hoja de ruta para cualquier travesía:

Entrar en estado contemplativo / Albergar y expresar bondad, compasión, perdón, conciencia amorosa, buen humor / Conectarse con el vínculo presente, no con el cuerpo que se despide / Soltar cualquier idea de atadura / Confiar en una realidad más grande, ilimitada, que está ahora a cargo / Honrar el proceso, aprender de él, permitir que nos conmueva.

Seré fiel al pedido y no hablaré del espacio que deja vacío, sino de la presencia que perdura.

Así la veo: vital, luminosa, humilde, valiente. Capaz de inspirar revoluciones del corazón. 

F.F.

Terry Patten

Terry Patten: lecciones de vuelo

Quizás no conozcan a Terry. Sus libros más importantes no fueron traducidos al castellano todavía; sólo “Práctica Integral de Vida”, que escribió junto con Ken Wilber y otros autores.

Terry se crió en una inusual comunidad cooperativa, fundada en Illinois después de la Segunda Guerra Mundial, basada en la integración racial, la paz y la justicia. Pasó años como discípulo del maestro espiritual Adi Da Samraj, lideró movimientos ecologistas, formó parte del desarrollo de la Teoría Integral, en California, y ayudó a convertirla en una práctica al alcance de todos. 

En los últimos años, se dedicó a integrar las más profundas intuiciones espirituales con una participación consciente en los desafíos del mundo. Propuso pasar de ser “buscadores” espirituales a ser “practicantes”, haciendo el giro así desde una sensación de carencia a “un arraigo sólido en la realidad subyacente que hace que toda búsqueda sea innecesaria”. Este pasaje parece particularmente urgente para estos tiempos. En sus palabras: “Una práctica que conoce y confía en la realidad de la bondad e integridad esencial, expresa y transmite cordura, aún en medio de la locura”.

De esto habla en su último libro, A New Republic of the Heart. An Ethos for Revolutionaries (Una nueva república del corazón. Una ética para revolucionarios), un verdadero manifiesto espiritual para nuestra era, cuya traducción yo intentaba instrumentar, meses atrás, cuando llegó la noticia. 

El 1ro de abril, al cumplir 70 años, Terry fue internado con dificultades respiratorias, y diagnosticado con un raro cáncer incurable. No tardó en comunicarlo a su comunidad, aclarando que, aunque estaba impactado por la noticia, y haría lo posible por sanar, no dejaba de dar gracias por la belleza inconmensurable de cada momento. 

Así transcurrió su enfermedad, dando charlas, entrevistas, noticias frecuentes de su condición, y de las exploraciones que este nuevo desafío le permitía. Aunque los tratamientos fueron duros, no se desvió mucho de su espíritu celebratorio, que alguna vez lo llevó a decir: “Las cosas están demasiado serias para perder el sentido del humor!”. 

Nunca lo conocí en persona, pero cierta afinidad hizo que lo contactara en numerosas ocasiones: para entrevistas, para proponerle alguna gesta, para pedirle respaldo para diversas causas; la última vez, con pudor y pulso titubeante, para ver si consideraría escribir unas palabras de apoyo para mi propio libro. Cada vez me respondió con una generosidad, y un espíritu de fraternidad, que no olvidaré. 

Del mail que llegó con sus bellas palabras para mi libro (en su versión en inglés), me quedo con el saludo final: “You did good, sister!” (¡Qué bien lo hiciste, hermana!)

Hace unos días, quienes lo acompañan contaban que Terry -internado en su casa, con cuidados paliativos-, pidió música, y que lo ayudaran a levantarse para bailar. Ese baile, dicen, transmitió una paz que no habían sentido desde que este difícil proceso se inició. Por un momento pudieron compartir la aceptación luminosa de Terry, y empezar a reunir el coraje para dejarlo ir.

Hoy nos dicen que duerme; que será un día, dos. No quise esperar a que partiera para contarles de él. Les cuento hoy, para que puedan compartir mundo con él por un ratito, sentir su presencia transparente, y acompañar a quienes lo despedimos con el corazón dolorido y pleno de gratitud. 

Buen cruce del umbral, Terry querido. 

¡Qué bien lo hiciste, hermano!   

mujeres en acción

Mujeres en acción presenta plataforma

En acción contra la violencia de género

Un grupo de mujeres creó una red para brindar asistencia a sus pares que son víctimas de la violencia de género. Más de un centenar de representantes de 6 países de Latinoamérica integran la agrupación que ya dio respuesta a los pedidos de ayuda.

Mujeres en Acción es una organización autoconvocada, nacida a partir del femicidio de Úrsula Bahillo en febrero de este año. Un grupo de mujeres argentinas, que rápidamente se amplió al sumarse compañeras uruguayas, chilenas, mexicanas, peruanas, ecuatorianas, y de otros países latinoamericanos, nos reunimos en torno al dolor y la indignación de ese crimen anunciado, y decidimos hacer algo, más allá de las protestas en las que todas venimos participando desde hace años.

“Partimos de una convicción: que la violencia de género no es mal inevitable sino un acto social, y un atentado contra los derechos humanos. Como toda violencia, prospera en el silencio, en el ocultamiento, en el mirar sin ver”, afirma Fabiana Fondevila, una de las impulsoras de la red.  Y añade: “Nuestra misión es sencilla: convertirnos en ojos y oídos y brazos atentos y disponibles: convertirnos en aliadas”.

Comprendemos, entre todas, unas treintena de profesiones; nuestras edades van desde los 20 hasta los 71; vivimos en grandes ciudades y en pequeños pueblos de distintos países de Latinoamérica. Nos une el deseo de proteger y empoderar a toda mujer que esté sufriendo violencia física, psicológica, sexual o económica en nuestras comunidades, cuya vida esté quizás en peligro, y no tenga red a la que acudir. 

¿Qué ofrece la Red?

  • Atención todos los días de la semana a través de 33 voluntarias formadas en la escucha empática.
  • Un consejo de abogadas, que están disponibles para asesorar y acompañar a mujeres víctimas de violencia de cualquier tipo.
  • Grupos terapéuticos dirigidos por duplas de psicólogas con coaches y counselors.
  • Talleres de oficios diseñados para posibilitar la generación de recursos y la autonomía económica.
  • Un cuento que describe metafóricamente las formas sutiles en que suelen iniciarse las relaciones abusivas, con una guía de preguntas para trabajar en escuelas y otras instituciones.

Contamos con el apoyo de GetBEE, una empresa de servicios digitales creada por mujeres empresarias de distintas nacionalidades (con sede en Dubai), premiada entre las mejores start-ups en Expo Dubai 2020, que nos ofrece en forma gratuita el uso de la plataforma que habitualmente destinan a la comunicación entre empresas y clientes. Esta plataforma permitirá la interacción rápida de las mujeres que requieran asistencia con nuestras voluntarias, así como la posibilidad de realizar videollamadas, sesiones grupales, capacitaciones, seminarios y otros servicios.

Casos atendidos

Desde que comenzamos, sin haber lanzado aún nuestra plataforma, fuimos recibiendo pedidos de ayuda de diversa índole. En Rosario, una de nuestras voluntarias ayudó a una mujer a salir de una situación de violencia y a recibir ayuda terapéutica. En Córdoba, otra voluntaria intervino y ayudó a desarmar un caso de acoso laboral (por asociación de una ex pareja violenta de la víctima con el lugar de trabajo) y una de nuestras abogadas permitió que una mujer de Capital pudiera accionar contra su ex pareja, que se rehusaba a compartir los gastos de manutención de sus hijos. 

Una red regional

La Red de Mujeres en Acción se propone seguir sumando servicios y recursos a medida que surjan las necesidades de asistencia. “Esperamos poder llegar a las mujeres de todos los países que representamos (Argentina, México, Chile, Perú, Uruguay, Ecuador) y más. Pero cualquiera sea la forma en que crezcamos, el foco de nuestra iniciativa será siempre el de la alianza y la asistencia de mujer a mujer, en la lucha contra la violencia de género”, amplía Fondevila.

La Red avanza con la premisa de dar respuesta ahí donde hay mujeres que necesitan ayuda urgente y no saben dónde encontrarla. “Esperamos y confiamos en que las mujeres que puedan tener dificultades para acudir a los canales estatales, o que lo hayan hecho sin encontrar la ayuda que necesitan, no duden en ponerse en contacto con nosotras, y encuentren así una comunidad de acogida y refugio”, afirman las impulsoras de Mujeres en Acción.

Aquí nuestra plataforma: https://mujeresenaccion.com.ar/

Realizaremos una campaña por redes pidiendo a las mujeres que se registren, para que puedan acceder fácilmente a la plataforma en caso de necesitarlo, o para poder alertarnos de mujeres en riesgo. Agradecemos toda ayuda en la difusión!

Para entrevistas:

Fabiana Fondevila: ffonde@gmail.com / +54911 68124444

Paola Varela Ituarte (psicóloga): paovarit1@gmail.com / +543814454672 

Silvina Varalli (abogada): varallisilvina@gmail.com / +5492215851720

La revolución de las raíces

La revolución de las raíces

La revolución de las raíces
La revolución de las raíces

Los primeros brotes pasaron desapercibidos. Magnolia sonrió al verlos subir, enredándose en su tronco, abrazando las ramas bajas. La alegró esta nueva compañía. En la comarca alejada, las únicas visitas eran los zorzales y benteveos que buscaban su sombra, alguna fila de hormigas en busca de alimento, y los escarabajos que, desde hacía milenios, elegían al polen de su especie para libar.

Al fin, Él se presentó: “Ficus trepador, a su servicio”.
No aclaró de dónde venía, ni a dónde iba, pero elogió sus flores como cuencos, su corteza suave, su porte delicado y esbelto. “Única en la comarca”, susurró, asomando entre las ramas, y ella se sonrojó.
Pasaron soles, lunas, tormentas y vendavales. Ficus ascendía lentamente, rodeando las ramas de Magnolia a paso de caracol, envolviéndolas milímetro a milímetro con su tumulto de hojas.
Una mañana, al despertar, ella lo encontró husmeando entre sus flores. “¡Aroma de los dioses!”, exclamó Él, y pasó a rodear la flor por la cintura. Un círculo, dos, tres, a ritmo de caricia. Con cada giro, los pétalos se inclinaban más hacia su centro, cerrándose a los rayos tibios, a la frescura del aire y a los invisibles tripulantes: insectos, esporas, semillas multicolores, plumas.

“Por favor”, pidió Magnolia, “no cierres mis flores. Sin ellas no puedo llamar a los escarabajos ni alimentarlos. Si ellos no se alimentan, no puedo viajar por el aire y sembrar vida. Si no puedo sembrar vida, me quedo sola. Por favor, no cierres mis flores”. Ficus pidió disculpas y retrocedió. Siguieron días de silencio y quietud.

La revolución de las raíces

La primavera se abría paso en capullos y retoños, en moras que se hinchaban de mieles
púrpuras, abejas borrachas de polen, crisálidas que eclosionaban en un revoloteo de
naranjas, turquesas y borravinos. Una tras otra, las flores de Magnolia se abrían. Y con ellas, todo su ser se disponía a impregnar al mundo de dulzura.

La revolución de las raíces

Una tarde, Magnolia sintió un movimiento extraño. Miró hacia abajo y vio que Ficus subía por su tronco nuevamente. Pero esta vez no era a paso de caracol, sino de
lava. Sus brazos se deslizaban cual serpiente de rama en rama, clavando sus raíces en cada rendija de su corteza. A su paso, le enrollaba las hojas lustrosas como
cucuruchos, y construía una pared verde que no dejaba pasar el aire, el agua ni el sol. Cuando Magnolia salió de su estupor y quiso levantar la voz en protesta, la última de sus flores se cerraba como un puño: no pudo emitir ni un quejido.

Desde ese día, en la comarca no quedó rastro de Magnolia. En su lugar se alzaba un
monolito verde, inquietante y sepulcral.
Los escarabajos rondaban desconcertados. Trazaban círculos alrededor de Magnolia y se preguntaban a dónde se habría ido.
Dentro del monolito verde, ella desfallecía.

La revolución de las raíces

La mañana en que comenzó la lluvia, quedaban apenas unas pocas gotas de su savia.
Al principio fue una llovizna suave. Para el mediodía, el agua caía a baldazos sobre el suelo de la comarca.
La lluvia inundó la tierra apisonada a los pies de Magnolia, sacudió sus raíces,
despertó a su savia. La savia robustecida se montó sobre los hongos mensajeros. Los
hongos echaron a rodar, sobre su telaraña de filamentos, la preciosa carga.

La revolución de las raíces

Mientras la tormenta arreciaba sobre la superficie, la noticia del asedio corrió bajo tierra hasta los cuatro confines. En el este, Acacia destiló su pócima de penas; en el norte, Palmera sintetizó un elixir de furia; en el oeste, Higuera alquimizó el horror en potencia; en el Sur, Tipa tejió una trenza de raíces para portar la medicina.

La revolución de las raíces

Antes de que estallara el siguiente trueno, los hongos volvían a Magnolia con su ofrenda. Primero de a gotas y luego a borbotones, se abrieron paso por el tronco los colores: el rojo del coraje, el oro de la confianza, el índigo de la osadía, el verde de la libertad.

Desde las axilas hasta los dedos, las ramas de Magnolia despertaban. En cada rama, las hojas se desenrollaban como trompos y hacían saltar por el aire a las púas ajenas. Por entre el matorral asomaban pájaros atontados.

Filas de hormigas retomaban la marcha. Por fin, con un estertor de triunfo, se abrieron las flores. Magnolia se sacudió a Ficus como a un vestido viejo.

Se podría creer que nada cambió en la comarca desde entonces. La primavera aún sigue
al invierno, el verano a la primavera, el otoño al verano. Pero para Magnolia, todo es
nuevo. Los escarabajos libadores ya no llegan con manos vacías: cada uno porta noticias de sus hermanas. Algunos traen flores, otros frutos; en los días festivos, traen trenzas de colores. Hasta el más perezoso ostenta sobre su lomo una ráfaga de buenos deseos.
Hay tormentas en la comarca, hay sequías. Para Magnolia y sus hermanas, lo que no hay, lo que ya no habrá, es soledad.

La revolución de las raíces

Texto: Fabiana Fondevila. Ilustraciones: Maite Oz

En el umbral de la esperanza

@wasipat

“Debemos plantarnos en el umbral de la esperanza” aún en situaciones que generan pesimismo, escribe Victoria Safford, “porque con nuestras vidas creamos respuestas, todo el tiempo, a este ávido, bello, mutilado, maravilloso mundo”.
Algo de esto se nos cruzó a quienes conformamos Mujeres en acción (agrupación auto-gestiva que busca crear una sociedad guiada por el amor, el respeto y la justicia de género), junto con una ola colectiva de emoción, cuando Silvia S., una potencia santafecina que tenemos el honor de contar en nuestras filas, nos contó lo ocurrido.
No llevábamos más de unas semanas trabajando -recopilando material para nutrir las iniciativas que nos proponemos-, cuando Silvi se topó con la precisa situación que queremos ayudar a prevenir / impedir / sanar: una mujer que conoce desde hace años le reveló que los hematomas que tenía en la cara (que antes atribuyó a un accidente) eran producto de una golpiza de su pareja.
Silvi se puso en acción: contactó a las hijas (adultas) de M., y les informó de todos de los recursos con los que podían contar. Luego acompañó a M. al consultorio de una psicóloga especializada en violencia de género, que consiguió a través de la Secretaría de Género y Derechos Humanos, quien, a su vez, puso en contacto a M. con una psiquiatra, también especializada, para ayudarla a tranquilizarse.
Las hijas obtuvieron la ayuda de su padre (ex pareja de M.), y entre todos pudieron excluir al agresor del hogar. M. hoy está viviendo en casa de su madre, y tanto ella como las hijas tienen en sus teléfonos el app “No estás sola” (creado por un equipo de jóvenes rosarinas), además del dispositivo terapéutico.
Silvia sigue acompañando, procurando empujar el proceso legal. Pero no deja de repetir que ni M., ni sus hijas, conocían los recursos con los que podían contar, como tampoco los conocía ella, antes de que emprendiéramos el trabajo de recabarlos y actualizarlos, para luego ponerlos a disposición de tod@s.
Como tantas mujeres, Silvi no ha sido ajena al flagelo de la violencia. “Siento que, en la medida en que puedo acompañar a otras mujeres a salir de situaciones como esta, yo también sano”, nos compartió. “Ahora encuentro sentido al sinsentido que me acompañó durante tantos años”.
Silvi actuó de aliada y de mentora, y su actuación fue clave para que la vida de M. no tomara un giro trágico. Necesitamos crear una legión de Silvias, un ejército de mentoras capacitadas para intervenir donde haga falta, y para ser, a la vez, agentes de cambio en sus ámbitos, a lo largo y a lo ancho del país.
Comenzamos por la Argentina, con la generosa anuencia de nuestras compañeras latinoamericanas, que trabajan codo a codo con nosotras, sin importar a quien llegue antes la ayuda.
“La esperanza no es la certeza de que algo va a salir bien; es la convicción de que algo vale la pena”, escribió el lúcido Vaclav Havel. Nunca tan claro para nosotras. Gracias, Silvi, por ponerle el cuerpo a este anhelo. Gracias a M., por tu coraje (aun sin conocerte, lo percibimos). Gracias a todas las mujeres que trabajan, desde miles de organizaciones, para construir el mundo que nos merecemos.

Si querés sumarte a este equipo de entusiastas, escribinos a mujeresenaccionya@gmail.com

Nace “Mujeres en acción”: por una comunidad de la conexión, la compasión y el respeto

El 8 de marzo siempre tuvo un sabor agridulce: un día destinado a celebrar los logros de la lucha por la igualdad de derechos para las mujeres, pero que, a la vez, nos recuerda inevitablemente el camino que queda por recorrer.

Este año, en la Argentina, es una fecha especialmente cargada. A pesar de las manifestaciones  masivas, denuncias y acciones realizadas desde la primera marcha #NiUnaMenos en junio de 2015, no solo no cejó el flagelo del femicidio: en los dos meses que lleva el 2021 (acaso como secuela de un 2020 transcurrido en cuarentena), llevamos ya 44 muertes, muchas de ellas trágicamente anunciadas.

Frente a esta realidad, la indignación forcejea con el desaliento. ¿Puede ser, con todos los recursos colectivos con los que contamos, no podamos frenar este resabio de la Edad de Piedra?

El desaliento es humano y comprensible, pero es un lujo que no podemos darnos. Más bien, debe llamarnos a renovar -más aún que redoblar- la apuesta.

Erradicar la violencia de género requerirá sin dudas cambios estructurales: compromiso político, el cumplimiento de las leyes dictadas para combatirla, inversión en las organizaciones de mujeres, mejoras socioeconómicas que saquen a las mujeres de la indefensión, servicios policiales y legales que cumplan con su función.

Pero hay otro frente igual de crucial, que nos involucra a todos. Hasta la violencia más concreta y despiadada se alimenta de lo sutil: una concepción del mundo que sigue ubicando a las mujeres en un rol subordinado, que entiende el poder como una fuerza de opresión, que propone a los hombres un modelo de masculinidad tóxica y, sobre todo, que se construye sobre una matriz de soledad, competencia y desconexión.

La idea de que somos individuos separados, y que podemos “salvarnos” a nosotros mismos, sin importar lo que pase a los demás, no solo es enfermante; es también profundamente falsa. Ciencias como la física, la biología, la psicología y otras disciplinas contemporáneas corroboran con creciente firmeza lo que siempre han enunciado las tradiciones de sabiduría: somos una red infinita de consciencias interconectadas (algunos hablan, de hecho, de una única consciencia): lo que le hacemos a uno le hacemos a todos.

La evolución de la consciencia tiende a afirmar esta comprensión, pero gran parte de la población sigue presa de la ilusión de la separatividad, con sus drásticas consecuencias. En esta encrucijada –un punto de inflexión en la historia de la humanidad-, las mujeres somos el problema (por ser las principales víctimas del mito patriarcal) y, a la vez, la solución.

¿Por qué? Porque las mujeres encarnamos más fácilmente lo que algunas tradiciones han bautizado “lo sagrado femenino”: una consciencia que hace pie en lo circular, en la primacía de los vínculos, en el valor de la ternura, en el servicio, en el cuidado de los niños, los ancianos, los animales, la tierra; una cosmovisión que entiende que construir comunidad es el único camino para crear un mundo seguro para todos.

Prueba de esto es lo que ocurre hoy en el movimiento por la justicia climática (más que “contra el cambio climático”), en el que una potente camada de militantes feministas despliega una forma nueva de liderazgo: priorizan el cambio por encima de las luchas de poder, trazan alianzas, intercambian recursos, celebran los logros de cualquier participante; generan propuestas que ayudan a sanar las injusticias endémicas, en lugar de agravarlas. Donde ellas se involucran, los resultados se reflejan en las estadísticas, y en las poblaciones que las encarnan.

Como refleja el libro “All We Can Save. Truth, Courage and Solutions for the Climate Crisis”, una brillante colección de ensayos y poemas de activistas ecologistas, las mujeres están en centro de la encrucijada: por un lado, son las más duramente golpeadas por el cambio climático; por el otro, los países en los que las mujeres tienen mayor status político y social, se registran menores índices de emisiones de carbono, leyes ecologistas más firmes y mayor cantidad de tierras protegidas. “Cuando estás cerca del problema, estás necesariamente cerca de la solución”, dicen Ayana Elizabeth Johnson y Katharine K. Wilkinson, las antologistas, en su llamado a la esperanza activa.

Es con este espíritu que un grupo de mujeres nos auto-convocamos, bajo el nombre “Mujeres en Acción. Por una comunidad de aliadas”, con una intención tan sencilla como ambiciosa: trabajar, con todas (y todos) quienes quieran sumarse, para ayudar a crear una comunidad en la que el respeto, la compasión y la libertad de todos sus miembros sea un credo unánimamente celebrado y defendido. Una comunidad en la que ningún dolor resulte indiferente, y en la que la alegría de una/o sea la alegría de todas/os.

Las experiencias más exitosas contra el bullying (como el Programa Kiva, de Finlandia) se basan en educar a la comunidad escolar (no solo a los victimarios) en empatía y educación emocional, convirtiendo a los testigos de situaciones de acoso en aliados. El mensaje clave es: Podemos frenar esto entre todos. Del mismo modo, creemos que es posible construir un ecosistema de cuidado y pertenencia, en el que el “poder sobre” vaya cediendo lugar progresivamente al “poder con” y al “poder interior”, que son las únicas fuerzas reales y sustentables con las que contamos.

Aunque cueste verlo, el mundo ya camina en esta dirección (basta con mirar atrás, apenas unas décadas, a las costumbres y creencias que hoy nos resultan inadmisibles). Pero el cambio se produce a paso lento y de modo desigual. Necesitamos abonar este alumbramiento con el trabajo decidido, y la colaboración de las manos, cabezas y corazones de todos.

Las mujeres que conformamos esta comunidad pertenecemos a distintos países latinoamericanos (¡cada día se suman nuevas compañeras!) y traemos a la tarea, cada una, sus propios dones, saberes e intuiciones. Buscamos armar red con las instituciones que trabajan en esta área, y con todos los actores sociales posibles, sumando las perspectivas que venimos investigando (sobre todo, en lo que hace a las estrategias de comunicación y transformación social).

Nos une la urgencia de actuar, pero también una esperanza de raíz profunda. El ex presidente de Yugoslavia, Vaclav Havel, lo expresó de este modo: “La esperanza no es la certeza de que algo va a salir bien, es la convicción de que algo vale la pena”. Si compartís esta convicción, si querés trabajar codo a codo para sembrar esta visión y alimentarla con actos concretos y cotidianos, escribinos a mujeresenaccionya@gmail.com.  ¡Te estamos esperando!

Primeros objetivos!

Si bien nos brindamos espacios para pensar juntas y madurar las ideas, Mujeres en Acción, como su nombre lo indica, no es, fundamentalmente, un espacio de debate y reflexión. Sentimos que la urgencia de la situación de tantas mujeres requiere que las iniciativas que puedan ayudar se implementen lo antes posible.

Con este fin, nos estamos conectando con distintas organizaciones de mujeres, para colaborar de todas las formas posibles.

En cuanto a las iniciativas propias, los objetivos de arranque son:

  1.  Crear una comunidad de aliados/as. Tomando el exitoso modelo de Rosario, proponer que en la ciudad de Buenos Aires (y, eventualmente, en el resto del país, y en los países de otras participantes de la iniciativa, como México, Chile, Ecuador) se implemente un ecosistema de ayudas de distintos niveles. El más básico: un programa por el cual los comercios, restoranes, cafés, locales y espacios de todo tipo se inscriban como “Casas aliadas”, con el propósito de recibir a mujeres en riesgo (sea por estar amenazadas por sus parejas o conocidos, o por estar sufriendo acoso callejero) y recibir una primera asistencia, a la vez que hacer puente con los organismos de seguridad y dispositivos legales dispuestos para ese fin.
  2.  Formación de mentoras. Formar voluntarias en el arte de acompañar mujeres que están en relaciones violentas. La formación será gratuita, y la función de las mentoras será dual: abocarse a las mujeres que puedan necesitarlas y, a la vez, dictar talleres en escuelas e instituciones públicas, y compartir sus saberes a través de los medios y las redes. El rol de “mentora” implica una forma particular de acompañamiento: más guía que enseñanza, se trata de una relación de pares; su rol principal es empoderar, ofrecer recursos, y ayudar a las mujeres a llegar ellas mismas a la decisión de hacer el cambio.
  3.  Crear un dispositivo de alarma multifunción. Colaborar con los/as creadoras de las aplicaciones para celular para situaciones de emergencia hoy disponibles, para sumar esfuerzos y procurar que un mismo dispositivo pueda:
  4. Producir un sonido disuasivo (identificable por la población como un pedido de ayuda por violencia de género).
  5. Alertar a una red de contactos pre-determinada.
  6. Contactar al 911.
  7. Activarse sacudiendo el aparato.

Estas son algunas de las iniciativas en las que ya estamos trabajando, a la vez que una Comisión de exploración se ocupa de pensar más ideas para llevar a la acción. Si querés participar en alguna de estas propuestas, o en todas, no dudes en sumarte!

(Nota publicada originalmente en Revista Sophia)

Por una cultura de aliados

Gonzalo Davio / La Palabra Rojas

Todos sentimos las tripas retorcerse al leer de la complicidad de las fuerzas de la Policía bonaerense en el asesinato de Úrsula Bahillo, en manos del policía bonaerense Matías Martínez. Complicidad tácita y explícita: en el rechazo a tomar denuncias, en apenas mover al oficial tras la primera acusación, en solo apartarlo con carpeta psiquiátrica al sumarse las denuncias, sin tomar una sola medida preventiva. Todos sentimos una ola de impotencia frente a la desidia de los funcionarios que debían velar por la joven desesperada Y fuimos una ola de furia ante las palabras que usó el asesino para anoticiar a su tío de las 15 cuchilladas: “Me mandé una macana”.

Hoy nos atraviesa el crimen de Úrsula, pero es solo el más reciente. Y, si nada cambia, no será el último.

En la madrugada del 13 de marzo de 1964, una joven de 28 años llamada Kitty Genovese fue asesinada fuera de un complejo habitacional, en Queens, Nueva York. Dos semanas después del brutal asesinato, el New York Times publicó un artículo denunciando que 38 personas habían visto o escuchado el ataque, y ninguno había hecho nada para ayudarla.

El crimen dio nacimiento a lo que la psicología más tarde bautizaría “el efecto espectador”: la tendencia a que, cuando muchas personas atestiguan un acto violento (o un accidente, o una persona en problemas), la mera presencia de otros en la escena neutralice la acción. La presunción inconsciente es que “alguien” –otro- intervendrá, y entonces nadie lo hace: la presencia del grupo difumina la responsabilidad.

En base a este hecho, las estrategias más actuales contra el bullying hacen foco en el entorno, en las personas que rodean a la víctima y el victimario. Si nadie festeja el acoso, el violento tiende a desistir. Si un espectador interviene, aun sin tener relación directa con el bully o con el acosado, aumentan enormemente las chances de que el acto cese.

Vuelvo, ahora, al crimen de Úrsula; al policía que ya había sido acusado de violar a una menor discapacitada y de acosar a otra ex novia, compañera de la fuerza; el mismo que tenía 18 denuncias alojadas en su contra; el que era conocido por sus vecinos por sus conductas violentas. En otras palabras: al crimen más anunciado de la historia.

Fueron más denuncias que puñaladas, pero ninguna denuncia, ninguna perimetral, ningún botón anti-pánico logró evitar que Martínez cumpliera con su amenaza, y la matara.

Los 44 femicidios que van en este flamante 2021 dan cuenta de la insuficiencia del sistema judicial en sus deberes de amparo, y de las falencias flagrantes en la aplicación de las leyes creadas para ese fin. ¿Alguien puede explicar cómo y por qué, en diciembre pasado, cuando el fiscal Sebastián Villalba (de 9 de Julio) pidió la detención de Martínez por un caso anterior de abuso, “el juzgado dijo que había que esperar” y lo dejó en libertad? ¿Hace falta exigir que las fuerzas destinadas a proteger a los ciudadanos se ocupen de resguardar a las víctimas, y no a los victimarios?

Y, aun así, sabiendo que dependemos de los organismos cuya función es defendernos, sabiendo que debemos obligar a esas fuerzas a cumplir su función, resuena en mí una frase, pronunciada por un vecino de más de 20 años del barrio de Rojas donde vivía Martínez. “Ya todos sabíamos cómo era”, dijo. Donde hay violencia, salvo casos muy inusuales, hay testigos. Y donde no hay testigos, es porque las víctimas no sienten confianza de acercarse a alguien y contar; confianza de que serán escuchadas, de que no serán juzgadas, que sus miedos no serán minimizados o desestimados.

“Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres de bien no hagan nada”, dijo el escritor y político irlandés Edmund Burke. Todos –hombres y mujeres- debemos abandonar el rol de espectadores, superar el “no te metás”, el miedo a equivocarnos y hacer algo. ¿Hacer qué? Hablar, escribir, gritar, resguardar, acercar recursos, ocultar a la víctima y exigir –con la fuerza mancomunada del grupo- que se detenga al agresor. Que golpeemos, entre todos, las puertas de las comisarías y los juzgados, y exijamos una Justicia del siglo XXI, que priorice a los vulnerables y tome acción inmediata contra los agresores.

No ignoramos la complejidad que puede tener la violencia de género. Sabemos que, en muchos casos, las mujeres necesitan de un acompañamiento compasivo y sutil para poder de salir de vínculos opresivos y tóxicos, y debemos aprender a ofrecer esa escucha, esa ayuda. Pero cuando una mujer pide socorro a gritos, no podemos no estar todos ahí, al instante, cerrando filas a su alrededor.

Para no llegar a instancias desgarradoras, urge que pasemos de una cultura de testigos a una cultura de aliados. Las mujeres venimos defendiéndonos unas a otras, marchando y reclamando a viva voz, desde hace muchos años. Pero no alcanza. Solas no podemos. Necesitamos que los hombres asuman la causa como propia: que cuestionen qué nivel de responsabilidad puedan tener, por acción u omisión, aun en pequeños actos; que confronten a la cultura del poder sobre que impera todavía en demasiados ámbitos, y militen activamente por una cultura del poder con.

La violencia contra las mujeres no es una condena biológica, un flagelo social, un mal histórico inexpugnable: es una decisión. Prospera en el silencio, en el ocultamiento, en el mirar sin ver.

Por Úrsula, por sus amigas, por su madre, por todas las mujeres que hoy buscan una salida solas y desesperadas, frente a una Justicia indiferente: miremos, veamos, actuemos.

F.F.