
Cada día
veo o escucho algo
que más o menos
me mata de alegría
me deja como una aguja
en un pajar de luz.
Para esto nací –
para ver, para escuchar.
Para perderme
en este suave mundo –
Para instruirme
una y otra vez
en la alegría
en la alabanza.
Y no hablo de lo excepcional
lo atemorizante, lo terrible
lo muy extravagante –
sino de lo ordinario,
lo común, lo aburrido.
Los sucesos de cada día.
Ay, buena académica,
me digo a mí misma.
¿Cómo no volverte sabia
con enseñanzas como estas –
la luz indestructible
del mundo
el brillo del océano
los rezos que están hechos
de pasto?
Mary Oliver
Traducción: Fabiana Fondevila