Nadie se lamenta de no haber trabajado más. Nadie pena por no haber sido importante, famoso, millonario. Nadie se culpa por no haber ganado a la lotería, llegado antes a jefe, conquistado a más mujeres. En efecto, nada de esto escuchó Bronnie Ware, una enfermera australiana que acompañó durante años a pacientes moribundos, al recibir las confesiones de aquellos que partían.
Sorprendida por escuchar una y otra vez las mismas reflexiones, los mismos pesares, los mismos arrepentimientos, Bronnie registró estos intercambios en su blog, llamado Inspiration and Chai. Fue tan amplia la repercusión que al tiempo amplió el material y lo consignó a un libro, “Los cinco motivos principales de arrepentimiento de los moribundos”.
Ware habla de la sorprendente claridad de visión que aparece cuando las personas se acercan al final de sus vidas. “Al preguntarles si había algo que hubieran querido hecho diferente, algo de lo que se lamentaran, los mismos temas aparecían una y otra vez”, dice Bronnie.
Aquí, los motivos de arrepentimiento más frecuentes de todos:
1. Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir la vida que yo quería, y no la que otros esperaban de mí. Dice Bronnie: “Esto fue lo que más escuché. Cuando las personas ven que su vida se termina, y miran hacia atrás, toman conciencia rápidamente de todos los sueños que quedaron truncos. La mayoría de las personas no honran ni la mitad de sus sueños, y cuando tienen que despedirse se dan cuenta de que este desenlace fue a causa de las decisiones que tomaron, o no tomaron. La salud brinda un grado de libertad de la que pocos se percatan, hasta que la pierden”.
2. Quisiera no haber trabajado tanto. “Esto lo escuché de casi todos los pacientes hombres. Lamentan haberse perdido la infancia de sus hijos y la compañía de sus esposas. Algunas mujeres también, pero por pertenecer a una generación mayor, la mayoría no había trabajado tanto fuera del hogar. Todos los hombres se arrepentían de haber entregado una porción tan grande de sus vidas a sus trabajos.”
3. Me hubiera gustado tener el coraje de expresar mis sentimientos. “Muchas personas suprimieron sus sentimientos para mantener la paz con otros. Por esta causa vivieron vidas mediocres y nunca se convirtieron en quienes podrían haber sido. Muchas de las enfermedades que padecieron parecían vinculadas a esta fuente de amargura”, conjetura la enfermera.
4. Ojalá hubiese mantenido el contacto con mis viejos amigos. “Muchas veces no se daban cuenta del valor de sus amistades hasta el momento de morir, y no siempre era posible encontrarlos para ponerlos en contacto una vez más. Muchos se habían ocupado tanto con sus vidas diarias que habían dejado que valiosas amistades languidecieran. Había mucho arrepentimiento por no haber otorgado a estos vínculos el tiempo y el esfuerzo que merecían. Al momento de morir, todo el mundo extraña a sus amigos.”
5. Lamento no haberme permitido ser más feliz. “Otro arrepentimiento asombrosamente frecuente”, señala Ware. “Muchos no cobraban conciencia hasta el final de que la felicidad es una elección. Se habían quedado atados a viejos hábitos y patrones por no salirse de su zona de confort. Por temor al cambio se habían engañado a sí mismos, y a los demás, diciéndose que estaban bien así, cuando en el fondo ansiaban reírse más, disfrutar y recuperar el placer de estar vivos.”
No todos podrán trabajar menos o transformar sus vidas radicalmente, pero estas postales del futuro tienen al menos una gran virtud: señalan los caminos equívocos, los falsas soluciones, los espejismos. Y nos recuerdan que a cada paso estamos eligiendo, no sólo cómo vivir sino, incluso, cómo morir.
¿Qué podemos hacer -hoy, mañana, siempre- para que el día que nos toque partir lo hagamos sin dudas ni cuentas pendientes, y dando las gracias?