Pequeñas bondades

Miriam Pösz

Estuve pensando en la forma en que, cuando caminás
por una góndola llena de gente, las personas corren sus piernas
para dejarte pasar. O cómo los extraños dicen “Salud!”
cuando alguien estornuda, un legado
de la plaga bubónica. “No te mueras”, estamos diciendo.
Y a veces, cuando se te caen los limones
de tu bolsa de supermercado, alguien te ayuda
a levantarlos. Casi siempre, no queremos dañarnos.
Queremos que nos entreguen nuestro café caliente,
y decirle “gracias” a quien nos lo entrega. Sonreírles
y que nos sonrían. Que la moza nos diga “querido”
cuando nos entrega la taza de sopa de almejas,
y que el conductor de la camioneta roja nos deje pasar.
Tenemos tan poco, unos de otros, ahora. Tan lejos
de fogata y tribu. Solos estos momentos breves de intercambio.
Qué si son el verdadero hogar de lo sagrado, estos
templos efímeros que hacemos juntos cuando decimos,
“Tomá mi asiento”, “Adelante, pasá primero”,
“Me gusta tu sombrero”.

Danusha Lameris

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