Programa Ser Faro

Michael Jantzen

Fue hace muchos años, tantos que no logro recordar el nombre del libro donde lo leí, pero  sé -de eso no dudo- que era de Anaïis Nin. En medio del cuento, sin ningún propósito discernible, la autora describía una casa vista desde afuera, con todos sus cuartos encendidos. 

La imagen anidó en mi imaginación, y dejó estela. Tantos años después, esa casa de luces me habla todavía.

¿Por qué?

Una casa encendida es una casa habitada, animada, encantada, sin espacios rechazados, dobleces ni escisiones. Una casa encendida (metafóricamente hablando, obviando aquí toda implicancia ecológica) es un hábitat apreciado por sus ocupantes, que se permiten explorar y disfrutar con soltura de todos sus rincones.

La casa es una antigua y persistente metáfora del Yo. Sus puertas nos invitan a entrar en nuestra interioridad; sus escaleras evocan aspiraciones; sus ventanas reflejan cómo miramos al mundo; sus bibliotecas, nuestros universos internos; los muebles antiguos o contemporáneos, nuestra afinidad con el pasado, el futuro, cierta cosmovisión.

“La naturaleza es una casa encantada”, escribió la poeta Emily Dickinson, “-pero el Arte- es una casa que intenta estar encantada”. A mitad de camino entre el arte y la naturaleza, vivimos nuestras vidas.  

En el recorrido que propongo, visitaremos los espacios de una casa imaginaria, e iremos encendiendo las luces una por una. La nuestra no será una casa estática, ni separada nítidamente del entorno. Su naturaleza es abierta, cambiante, como una tienda en el desierto: cada mañana, el viento habrá reacomodado el mobiliario y creado cuartos donde antes no habían. Y a cada hora del día, la luz irá danzando por los espacios, redefiniendo las formas y los colores, derramando emociones y energía de un espacio a otro. 

¿Cuál es la intención que guía el viaje? Ser presencia vibrante en cada espacio. Y, al final del recorrido, sentirnos más integrados, más habitados: ¡encendidos por dentro!

Aquí, algunas pinceladas del viaje. 

  1. El territorio.  El universo, el juego infinito.

¿Cuál es la naturaleza de la realidad que habitamos? ¿Vivimos en un mundo de pura materia, finita y desmenuzable? ¿O existe capa tras capa de misterio por descubrir? ¿Cuál es la esencia de los juegos que jugamos? ¿Hay lugar en nuestras vidas para el infinito? ¿Qué prácticas cotidianas nos lo devuelven?

   2.   El jardín. El mundo más que humano, volver a pertenecer.

¿Cuánta intimidad experimentamos con la naturaleza? ¿Cuán cerca nos sentimos de los árboles, las plantas y los animales no humanos? ¿Cuánto conocemos acerca de los ciclos de vida de “la nación verde” (como llama al mundo vegetal un pueblo nativo-americano)? ¿Qué sabemos de la forma de percibir el mundo de las especies con las que convivimos? ¿Cuál es nuestro diálogo con nuestra naturaleza interior?

   3. La entrada: Uno frente al mundo, la personalidad.

¿Quiénes somos? ¿Cuáles de nuestros nombres, distinciones, características, alcanzan para identificarnos frente al mundo y los demás? ¿Hasta qué punto podemos modificar nuestros hábitos y conductas, y decidir quiénes queremos ser? ¿Qué dice la ciencia, la filosofía y las tradiciones de sabiduría, acerca de nuestra libertad para auto-determinarnos? 

4. La cocina. Las emociones, la alquimia del corazón.

¿Qué son las emociones, y qué aportan a nuestra vida? ¿Qué rol cumplen las emociones aflictivas -no solo el miedo, el enojo y la tristeza sino los celos, la envidia, la vergüenza, entre tantas- y cómo podemos amigarnos con ellas y beneficiarnos con su inteligencia? ¿Cómo es la neurobiología de las emociones? ¿De qué modo pueden ser nuestras emociones un puente para conectar con la espiritualidad? ¿Cómo entrar en intimidad con nuestro propio corazón? 

5. El sótano. Lo mítico, la sombra, lo ancestral.

¿Qué nos espera en los mundos que yacen bajo la tierra, bajo la superficie del mar, bajo la línea de nuestra consciencia? ¿Qué buscaban los chamanes en sus viajes “al mundo de abajo” y qué podemos encontrar nosotros, si nos atrevemos a visitarlo? ¿Qué fuerzas aguardan en la oscuridad más recóndita? ¿Qué podemos aprender de lo que nunca vemos? 

6. Sala de baño. Limpieza y renovación.

¿De cuántas maneras ignoramos al animal que nos lleva por la vida y nos depara un sinfín de vivencias y sensaciones? ¿Cómo podemos ingresar a este santuario del cuerpo, en el que nos reconocemos como somos, sin disfraces ni artilugios? ¿Qué bálsamos puede procurarnos el agua fresca, el vapor, los aceites, las sales de baño? ¿Cómo devolverle a nuestro cuerpo, cansado de exigencias, algo del amor que nos procura? 

7. El dormitorio. Intimidad, sueño, erotismo.

¿Practicamos la entrega profunda que es la antesala al descanso, a los viajes a vela por el país de los sueños, al dichoso encuentro de cuerpos y almas desnudos? ¿Cómo recuperar la mirada erótica de la vida que conocimos de niños? ¿Cómo colaborar para que Eros (fuerza vital) y Psiqué (alma) vuelvan a enredarse en su sensual abrazo?

8. Puertas y pasillos. Ritos de pasaje.

¿Honramos las transiciones cíclicas en nuestra vida? ¿Nos detenemos a recibir la noche, el invierno, el alba, la primavera? ¿Escuchamos los murmullos que emergen en nuestro interior cuando ingresamos a una etapa nueva, ponemos fin a un vínculo, nos mudamos, tenemos hijos, envejecemos? ¿Cuál es la calidad de las ceremonias que actuamos, consciente o inconscientemente? ¿Cuáles son los ritos que quieren nacer?

9. La sala de estar. Encuentro con los otros. 

¿Cuán grande es nuestra familia? ¿Abarca solo a aquellos con quienes tenemos lazos sanguíneos, de amistad, de trabajo? ¿Cómo es nuestra relación con el resto del mundo? ¿Nos dejamos tocar y conmover por los dolores, las alegrías, los deseos y aspiraciones de “los extraños” con quienes nos cruzamos, de quienes leemos en el diario, cuya existencia adivinamos de reojo? ¿Cómo queremos involucrarnos en nuestro mundo dolido, tumultuoso, siempre al borde del abismo? ¿Podemos danzar con otros, llorar con otros, celebrar con otros en nuestra casa común? ¿Cuál es la relación mutuamente nutricia entre el trabajo interior y el trabajo en el mundo?  

10. La escalera. Los peldaños más altos.

¿Dejamos de crecer y desarrollarnos al convertirnos en adultos? ¿Es “la adultez” una categoría indivisa, o cuenta con escalones? ¿Cuáles son los estadíos más altos del crecimiento, y qué prácticas, enseñanzas y actitudes nos permiten acercarnos a esa aspiración?

11. El altar. Silencio y solitud.

¿Le dedicás tiempo de calidad a tu espíritu? ¿Tenés un lugar al que acudir para hacer silencio, meditar, escribir, rezar, o ejercer la práctica contemplativa que te sea afín? ¿Te hacés el tiempo para conectar con tu ser, y disfrutar del mar de calma que puede ofrecerte? ¿Qué prácticas podrías incorporar para enhebrar un oasis de contento en cada día?

12. La terraza. El espíritu, la supraconsciencia.

¿Qué es el Supraconsciente (o Inconsciente Superior), depositario de las visiones e intuiciones que emanan de nuestra esencia? ¿Cuánto lo conocemos? ¿Nos permitimos vivenciar la libertad y el vuelo que nos ofrece? ¿Canalizamos su luz y espaciosidad en nuestra vida cotidiana? ¿Participamos, al fin, del Juego infinito?‘

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