La vida que nos espera

Miriam Pösz

“Debemos estar dispuestos a soltar la vida que planeábamos, para poder recibir la vida que nos espera”, dijo el siempre lúcido Joseph Campbell.

¿Qué significa esto, para nosotr@s, en estos días?

Que nadie planificó esto, y sin embargo estamos aquí, junt@s aunque separados, viviéndolo.

Que nadie podría haberlo imaginado hace siquiera unas semanas (excepto los científicos y observadores de estos fenómenos).

Que no hay forma de resistirse a lo que está ocurriendo, y que resistirse no es solo peligros, sino poco solidario y amoroso para con los demás. La resistencia, además, siempre genera mayor sufrimiento.

¿Qué podemos hacer, en lugar de resistirnos?

Aceptar, respirar, hacer pie en los recursos internos que todos tenemos, acompañarnos un@s a otr@s de todas las maneras posibles, que no impliquen contacto ni cercanía física. Agradecer que nos tocó vivirlo en la era de las redes, los celulares y la interconectividad permanente, y hacer uso sabio de esos canales, para darnos fuerza, apoyo y buen ánimo.

Establecer y mantener un ritmo diario. El ritmo nos gobierna desde la panza de nuestras madres, y sigue ejerciendo un efecto benéfico y tranquilizador. ¿Cómo procurárnoslo? Diseñarnos una rutina que nos haga sentido: prácticas para la mañana, para la tarde, para la noche. Alternar trabajo (en casa, o donde sea) con períodos frecuentes de descanso. Intentar repetir el ciclo más o menos similar cada día (sin rigideces) para darle forma, orden y serenidad a nuestros días.

Disfrutar de las pequeñas cosas. Cocinar tranquilos, aprovechando que el tiempo es más generoso por estos días. Comer despacio y saboreando. Escuchar música, mover el cuerpo, estirarnos, agradecer que podemos hacer todo esto. Leer, subrayar, memorizar poesías. Conectar con la luz cambiante que entra por la ventana, y con las fluctuaciones de la temperatura. Si hay plantas en casa o árboles por la ventana, contemplarlos con amor, e inspirarnos en su vitalidad.

Escribir cada día cómo vamos llevando esta nueva vida, con interés y curiosidad. No solo para recordarlo (y contárselo a los nietos algún día), sino para transformar la experiencia en aprendizaje, descubrimiento y auto-descubrimiento.

Cada mañana, agradecer que tenemos un nuevo día por delante. Traiga lo que traiga ese día, estamos vivos para recibirlo, y quizás seamos un poquito más sabios por haberlo vivido.

Cada noche, agradecer que seguimos aquí, conectados con el amor que nos rodea. Enviar nuestros mejores deseos -como en la práctica de Metta- para todos aquellos que hoy tienen miedo, o angustia, o padecen la enfermedad. “Que estés bien”, pensamos en silencio. “Que tengas paz”. “Que tengas fortaleza” “Que estés sostenid@ por el amor”.

Los planes que hacemos nunca están del todo en nuestras manos, como estos días ponen en evidencia. Pero aun así, podemos elegir.

Nos deseo a todos un día de planes pequeños. Respiremos. Observemos. Movámosnos. Cuidemos a quienes están peor que nosotr@s. Y demos gracias por el privilegio de poder hacerlo.